Crítica a Pídeme lo que quieras
- Books Create Imagination
- 1 feb 2018
- 5 Min. de lectura

Pídeme lo que quieras- Megan Maxwell Después de meses y tras muchas investigaciones hemos finalizado la lectura de esta obra ejemplar de las letras universales. La Universidad de Miskatonic la ha calificado como “terrible y abyecta a partes iguales pero a eones del horror cósmico de Cincuenta sombras de Grey”. Nosotros no vamos a rebatir a tan reputados especialistas y vamos a ahorrarles un buen rato de sus vidas con esta crítica. Sipnosis: Tras la muerte de su padre, el prestigioso empresario alemán Eric Zimmerman decide viajar a España para supervisar las delegaciones de la empresa Müller. En la oficina central de Madrid conoce a Judith, una joven ingeniosa y simpática de la que se encapricha de inmediato. Judith sucumbe a la atracción que el alemán ejerce sobre ella y acepta formar parte de sus juegos sexuales, repletos de fantasías y erotismo. Junto a él aprenderá que todos llevamos dentro un voyeur, y que las personas se dividen en sumisas y dominantes... Pero el tiempo pasa, la relación se intensifica y Eric empieza a temer que se descubra su secreto, algo que podría marcar el principio o el fin de la relación. La historia nos es vagamente familiar: Judith Flores, secretaria de una gran empresa alemana, conoce a Eric Zimmerman, director de la misma, y comienzan una relación. Al principio es solo sexual pero, poco a poco, irá implicando emocionalmente a los protagonistas. ¿Les suena? Pues seguramente porque la originalidad no es una de las características de este libro. Pídeme lo que quieras se publicó en 2012 mientras que Cincuenta sombras de Grey lo hizo en 2011. ¿Casualidad? Ni en pedo. No es gratuita tanta mención a la obra de E. L. James. Tras su publicación, salieron muchas otras sagas que copiaban la estructura y el poco deseable mensaje que enviaba la trilogía de Grey, a saber: el hombre es dueño de la mujer, y si es guapo y rico, mejor. Una de dichas sagas fue precisamente la que se inicia con el libro que hoy nos ocupa. Sin embargo, hemos encontrado alguna pequeña cosa positiva en él, algo que nunca llegamos a imaginar cuando comenzamos su lectura. Ya conocemos de Anastasia Steele y de su personalidad sumisa, inexistente e incluso odiosa. En este libro, en cambio, la protagonista, Judith, al menos tiene sangre en las venas y un poco más de carácter, aunque este sea moldeable a los deseos de su hombre. No hay que confundir esto con una mejor construcción del personaje, nada más lejos de la realidad: Judith es un cliché de mujer dura fuerte a lo pendejo y orgullosa. Y hasta aquí las cosas buenas del libro. Nuestro otro protagonista, Eric, es un trasunto alemán, cuadriculado y sin BDSM de Christian Grey. No hay nada más que lo diferencie de él: ambos son guapos, jóvenes, exitosos, ricos, manipuladores y esconden un oscuro pasado… o no. Si en el caso de Christian su pasado era algo a tener en cuenta, el “secreto” de Eric resulta ridículo cuando se descubre. Poco más tenemos que decir de este personaje porque realmente es una copia de Grey, así que no le dedicaremos más tiempo. Ahora comentaremos una de las cosas más destacables del libro: su estilo. Hay mucha tela que cortar aquí. La autora nos deleita a lo largo de esta magna obra con varios recursos que nos han dejado con el culo muy roto. Uno de ellos es el lenguaje coloquial, que domina en toda la historia y que se lleva a niveles extremos: utiliza términos como jodío, niñoto, mariquin, flipadin, etc. Sabemos que Megan Maxwell no pretendía hacer una obra cumbre de la literatura universal, pero esto nos parece excesivo. Sin embargo, el mejor ejemplo lo tenés en este breve pero intenso fragmento que dejamos aquí. Durante seis días, mi mundo es de color de rosa. Vivo en un país multicolor como la abeja Maya y me siento como una princesa, tipi-ti-tipitesa. (Si conocés el significado de “tipi-ti-tipitesa” nos gustaría que nos lo dejaras en los comentarios, no podemos seguir viviendo en esta estulticia). Otro recurso que hemos observado es que tiende a repetir la última letra de algunas palabras a las que quiere darles un énfasis especial. Véase (reproduciremos a continuación dichas expresiones tal y como aparecen en el texto, con todas las letras): “¡Noooooooooooo!”, “Holaaaaaaaaaaa”, “Papáaaaaaaaaaaa…”, “¡Graciassssssssssssssss!”, “Por favorrrrrrrrrrr”, etc. El libro está plagado de este tipo de expresiones que muchas veces, casi ninguna, aportan algo. ¡Hola, titaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa! (Sí, hay veintinueve aes. En el libro también, por supuesto). Diosssssssss… Diosssssssssss… -murmuro horrorizada (Nosotras sí que estamos horrorizadas con este despliegue de recursos lingüísticos). Por último, pero no menos usado en el libro, tenemos la repetición: Maxwell narra algunas de las acciones que llevan a cabo los personajes tres veces y, suponemos, que con ello quiere dar a entender al lector que dicha actividad requiere un gran esfuerzo por parte del personaje, o bien que es una acción muy compleja de realizar. O, lo más probable, que son subnormales y les cuesta trabajo vivir. Aquí van algunos ejemplos: “Eric me mira… me mira… me mira”, “Jadeo… jadeo… jadeo”, “Calor… calor… y más calor”, “Lo mato… lo mato y lo mato” y mil expresiones más que no pondremos para no aburrirlos. Uno de los puntos fuertes que, a priori, debería tener el libro es el erotismo y las descripciones de escenas sexuales. Por supuesto, esto no pasa ni por asomo ni en cuanto a forma ni en cuanto a fondo. Al principio las escenas están narradas con un lenguaje rico, amplio y explícito (utiliza términos como “empalar”, “bombear”, “follar”, “embestir”, etc.), pero cuando han follado veinte veces, acaba siendo de lo más repetitivo y aburrido. Ya que hemos llegado al tema del sexo, también aquí se da la misma estructura que en Cincuenta sombras de Grey. Eric es el que siempre inicia la relación, el que lleva la voz cantante y el que incluso castiga a Judith cuando ella hace algo con lo que él no está de acuerdo, pero no en el plano sexual, sino en su vida cotidiana. Un ejemplo: Eric ve a Judith desayunando con su compañero de trabajo y tiene un gesto amistoso hacia ella. Eric se pone celoso y la castiga obligándola a tener sexo con una mujer cuando Judith le había dicho explícitamente que no le gustan las mujeres. Al final, como es habitual en este tipo de libros, ella acepta sumisa los deseos de su hombre. De nuevo, ¿Les suena algo similar? Exacto, pasa lo mismo en Cincuenta sombras de Grey. Como conclusión, Pídeme lo que quieras es, como Cincuenta sombras de Grey, un libro que defiende unas tesis más que discutibles sobre el papel de la mujer en sus relaciones románticas con hombres. De nuevo se romantizan el acoso y la manipulación, ambas “pruebas” del amor verdadero, y se describen comportamientos machistas con total naturalidad e impunidad. Comprueben por ustedes mismos en este fragmento: – Y antes de que siga comportándose como una niña malcriada, exijo saber con quién ha estado y dónde. Llevo horas esperando su regreso, sentado en esta limusina, y quiero una explicación. […] Mi parte de princesa que aún cree en los cuentos de hadas salta de alegría. ¡Me ha estado esperando! – Eric, qué mono eres -murmuro con voz dulce-. Lo siento. Querida Judith, deberías ser libre de entrar y salir cuando te diera la real gana, el hombre que acabas de conocer es un ACOSADOR. De nada. Por favor, basta de romantizar este tipo de comportamientos, NO ES AMOR. Mantenganse alejados de este libro (a no ser que quieran pasar un mal rato o sufrir gratuitamente). Si les gustó la crítica compartan y dejen su opinión . Hasta la próxima.
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